Era especial porque todo el año estaba lleno de flores. Flores de un rosado fuerte, de un rosa serrano o fucsia.
Era especial, para mí, porque lo sembró papá, Juan Abad. Sobrevivió a todas las plantas y árboles que sembrara- siempre le gustó el jardín. Recuerdo haber tenido frente a la casa varios pinos haciendo cortina a los ventarrones, en tiempos en que nuestro barrio era casi un arenal. También sembró eucaliptos y molles, de hojitas medicinales que llegaban a pedir los amantes de curarse con hierbas curativas.
¡Ah, cómo no recordar a los tulipanes de flores amarillas en forma de pequeños cartuchos! Un tiempo hubo en que tuvimos rosas de Castilla y geranios.
Lo que nunca faltó en nuestro jardín fue siempre un laurel.Tuvimos blancos, también. Este, rosado, sobrevivió y daba color, frescura y belleza a la casa.
Recuerdo que una vez una de sus ramas golpeaba el techo, por las noches y César dijo: necesita podarse. Lo hizo cuando yo estaba trabajando y se excedió en la poda. A mi regreso lloré al verlo y le reclamé. Y seguí llorando por unos días, sin que me consolara: su "pero si pronto le volverán a crecer las ramas". En adelante no lo podaba mientras yo no estuviera presente.
El día en que tuvimos que cortarlo definitivamente porque sus raíces estaban dañando las paredes fue muy duro. ¡Era el árbol de papá! ¡El arbolito de todos! Aún me parece oír su voz diciéndonos: "siempre tengan un laurel para que nunca les falten flores"
¡Cuántas fotos enmarcaste, laurel querido! ¡Ay, laurelito , cómo extraño tus ramas moviéndose al compás del viento y tus flores rosadas, sin aroma, pero lindas en su sencillez!
En la foto aparece Sebastián sonriente bajo la sombra del laurel.
Era especial, para mí, porque lo sembró papá, Juan Abad. Sobrevivió a todas las plantas y árboles que sembrara- siempre le gustó el jardín. Recuerdo haber tenido frente a la casa varios pinos haciendo cortina a los ventarrones, en tiempos en que nuestro barrio era casi un arenal. También sembró eucaliptos y molles, de hojitas medicinales que llegaban a pedir los amantes de curarse con hierbas curativas.
¡Ah, cómo no recordar a los tulipanes de flores amarillas en forma de pequeños cartuchos! Un tiempo hubo en que tuvimos rosas de Castilla y geranios.
Lo que nunca faltó en nuestro jardín fue siempre un laurel.Tuvimos blancos, también. Este, rosado, sobrevivió y daba color, frescura y belleza a la casa.
Recuerdo que una vez una de sus ramas golpeaba el techo, por las noches y César dijo: necesita podarse. Lo hizo cuando yo estaba trabajando y se excedió en la poda. A mi regreso lloré al verlo y le reclamé. Y seguí llorando por unos días, sin que me consolara: su "pero si pronto le volverán a crecer las ramas". En adelante no lo podaba mientras yo no estuviera presente.
El día en que tuvimos que cortarlo definitivamente porque sus raíces estaban dañando las paredes fue muy duro. ¡Era el árbol de papá! ¡El arbolito de todos! Aún me parece oír su voz diciéndonos: "siempre tengan un laurel para que nunca les falten flores"
¡Cuántas fotos enmarcaste, laurel querido! ¡Ay, laurelito , cómo extraño tus ramas moviéndose al compás del viento y tus flores rosadas, sin aroma, pero lindas en su sencillez!
En la foto aparece Sebastián sonriente bajo la sombra del laurel.