Cuando llegaron sus verdugos
lo encontraron florecido
con ademán de vientre,
golpeáronlo despiadadamente
en su amoroso verde
y él de vez en cuando
soltaba un pájaro o gemía mariposas.
Nadie lloró cuando alargó
sus raíces, acariciando, aún con vida
la tierra cercana.
Y por el pasillo angosto,
a él, que era alto y ancho,
sacáronlo en tandas.
Sólo sus arterias sollozaron
cuando una brisa pasajera
le desarmó las últimas ramas.
Jan Martínez
En nuestro caso fue diferente. Todos hablamos,todos reclamamos, todos dijimos cosas como "mamá no lo cortes, mira qué bello es y qué hermosa sombra da". Pero todo fue inútil. Contrató "un verdugo" al que pedimos se fuera pero, él no nos hizo caso y fue inevitable ver caer " su amoroso verde". Argos, el perrito de Maricarmen protestó ladrando todo el tiempo en que escuchó el golpe del hacha.
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