Una historia de abejitas y girasoles
Sebastián es un niño a quien le gusta la vida al aire libre.
Su abuelita tiene un pequeño jardín sembrado de girasoles y otras pequeñas plantas. ¿Conoces los girasoles? Son plantas cuyas flores giran durante el día mirando siempre al sol. Por eso se llaman así: girasol. Tienen un tallo verde de pocas hojas y los girasoles de la abuelita de Sebastián dan unas flores de pétalos amarillos, aunque también hay girasoles de pétalos anaranjados y rojos.
A Sebastián le gusta ayudar a regar los girasoles, aunque a veces se moja y entonces su mami se molesta.
Lo que más le encanta del jardín es ver cómo se acercan las pequeñas abejas a los girasoles. Le da mucho gusto verlas volar y revoletear alrededor de los pétalos amarillos para después colocarse en el centro del girasol y chupar el néctar de la flor.
Sebastián no les tiene temor a los insectos. En tiempo de lluvia cuando aparecen muchos de ellos, se entretiene cogiendo grillos, libélulas y saltamontes. Lo malo es que sin darse cuenta les hace daño porque termina quebrándoles alguna ala o una pata.
Pues bien, un día mientras disfrutaba mirando cómo una abejita se posaba en el centro de un girasol quiso cogerla entre sus manos. Se fue acercando despacito y ¡zas! Logró aprisionarla pero ¡ay! ¡ay! la soltó de inmediato porque la abejita le había introducido su aguijón, una especie de agujita que produce un dolor parecido al que sentimos cundo nos ponen una inyección.
Su mamá corrió a limpiar su mano y le explicó que no se puede jugar con las abejas porque al sentirse atacadas se defienden con su aguijón.
Ahora Sebastián se contenta con mirarlas y verlas volar y revolar sobre los bellos girasoles.
Y amarillo, amarillín, esta historia llegó a su fin.
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